miércoles, 27 de enero de 2016

Objeciones básicas a la pregunta de G.W. Leibniz

Teniendo en cuenta esta distinción crítica entre pensar y conocer, es posible comprender las objeciones básicas que la filosofía de Kant formula a la pregunta de Leibniz. La pregunta implica dos supuestos:

1. Aceptar como evidente el principio de razón suficiente: “Nada hay sin razón o ningún efecto hay sin causa” (“Primeras verdades”, C 519; EF 340). Según Leibniz, este principio vale tanto para la verdad de las proposiciones como para la existencia de las cosas y, una vez enunciado, la primera pregunta que tenemos derecho a formular es: “¿Por qué hay algo y no más bien nada?” (Principios de la naturaleza y de la gracia, § 7).
2. Afirmar que las cosas mismas, cuya razón de ser se busca, se dan modalizadas. Si todo lo que es –salvo Dios– no fuese contingente, y si Dios no existiera necesariamente, entonces no habría sido posible formular la pregunta ni intentar responderla recurriendo a la prueba a priori. Leibniz la formula porque considera probado el argumento que parte de la contingencia del mundo y concluye que por lo menos un ser existe de modo necesario.
La filosofía crítica opone una objeción común a ambos supuestos. La pregunta abarca todo lo que es, y Leibniz comenzó su desarrollo dividiendo dicha totalidad en cosas inmutables y cambiantes, de acuerdo con un criterio temporal. También Kant ofrece una división de todo lo que es, pero lo hace, conforme a su revolución copernicana, desde la perspectiva del conocimiento. Por un lado, se encuentra lo cognoscible a priori; por otro, lo cognoscible a posteriori; y por último, lo incognoscible, que es meramente pensable.
Dado que la facultad de conocimiento del hombre no puede sino imponer condiciones o formas, y sólo se conoce lo que se ajusta a ellas, no es posible saber lo que las cosas son en sí mismas.

Al trazar esta división entre ser en sí (noúmeno) y ser para mí (fenómeno), el primero meramente pensable, el segundo cognoscible, se restringe el ámbito de lo que es legítimo preguntar y responder. Si la cosa en sí, que afecta la facultad de conocimiento de manera desconocida, no es ni contingente, ni real ni necesaria, ni tampoco es efecto de alguna causa, ¿con qué derecho habrá de preguntarse por su razón de ser, ya que nada hay que indique que bien podría no haber sido? Esta objeción fundamental a la posibilidad de formular y responder la pregunta de Leibniz se comprenderá mejor si se examina cómo, teniendo en cuenta la división entre fenómeno y noúmeno, Kant redefine el alcance y significado tanto del principio de razón suficiente como de las categorías modales.

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